Emma Suki: la belleza de tomar el control

Hay rostros que no se olvidan, y el de Emma Suki —modelo, actriz y ahora productora—, es uno de ellos. Nacida en Suecia, con una estética que combina precisión escandinava y magnetismo contemporáneo, Suki se ha abierto paso en una industria donde el estilo no basta: hay que tener algo que decir. Su camino, que empezó entre pasarelas, hoy la encuentra detrás de cámaras, decidida a impulsar historias que importan.

“Siempre me ha gustado la moda; incluso de niña me obsesionaba cómo la ropa podía contar una historia”, recuerda con una sonrisa que conserva algo de esa fascinación infantil. Para ella, el modelaje fue más que una plataforma: “una extensión divertida y creativa” de su curiosidad. Entre sesiones de fotos y desfiles, descubrió que el cuerpo también narra, que un gesto o una mirada pueden ser guion.

Ese entrenamiento —de disciplina, observación y presencia— es algo que sigue con ella. “Ser modelo me enseñó muchísimo. No solo sobre lenguaje corporal, presencia y autoestima, sino también a manejar la presión, adaptarme rápidamente y, básicamente, aceptar estar sola en lugares desconocidos con desconocidos”. Esa soltura ante lo imprevisible la acompañó cuando dio el salto al set.

Su carrera actoral despegó con participaciones en series como Huss y The Playlist. La curiosidad fue su motor inicial. “Al principio, me entusiasmaba formar parte de la narrativa, de cualquier manera (…). Pero pronto me sentí inspirada a asumir más responsabilidades, no solo creativas, sino también a la hora de dar forma a las cosas entre bastidores”. Esa inquietud, lejos de apagarse, la llevó a su siguiente transformación: producir.

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Su debut en esa faceta llegó con Triptych (2024), un cortometraje que marcó su transición de intérprete a creadora integral. “Fue una forma de intentar hacer mi propio trabajo, tener más participación y asumir una verdadera responsabilidad”, explica. Para Suki, producir no es un cambio de rol, sino una evolución natural: “Controlar más variables significa proteger mejor la historia. Quiero que cada decisión mantenga la coherencia entre el papel y la edición final”.

El desafío de elegir historias que importan

En un ecosistema saturado de propuestas, su brújula es clara. “Necesito sentirme desafiada y conectada con quién es el personaje”, dice sin rodeos. Pero no se trata solo del papel. “Si la historia en sí no tiene sentido, entonces se siente un poco inútil, por muy interesante que sea el rol”. De acuerdo a la entrevistada, el equilibrio ideal es ese punto donde un personaje con múltiples capas habita dentro de una historia que realmente importe. “Ahí es cuando digo que sí.”

Su mirada es lúcida, incluso cuando habla del cambio de paradigma en la industria. “Las mujeres por fin protagonizan más historias, no solo interpretan a la esposa de alguien que muere en los primeros diez minutos”, afirma con ironía sutil. Pero no se engaña: “Tras bambalinas, en muchos sentidos, sigue siendo un club de hombres”.

No lo dice con frustración, sino con la serenidad de quien está haciendo algo al respecto. “No es perfecto, pero está sucediendo”, insiste. Para ella, la verdadera revolución ocurrirá cuando las mujeres estén presentes en toda la cadena de valor: escribir, dirigir, producir, distribuir. Porque el poder real, dice, está en decidir qué historias se cuentan y cómo se cuentan.

La intención detrás de cada historia

Como actriz y productora, Suki se propone “marcar la diferencia en cómo la gente entiende y se relaciona con ciertas historias y personas, especialmente las que tratan sobre mujeres”. Sus intereses apuntan hacia figuras y perfiles que históricamente fueron relegados o distorsionados: trabajadoras sexuales, atletas, o personajes “forjados desde la sombra” como la esposa de Einstein. No se trata, aclara, de revisionismo por corrección política, sino de justicia narrativa.

“Quiero que mi trabajo despierte la curiosidad, cambie las perspectivas y ofrezca un proceso de reflexión más profundo”, afirma. “No se trata solo de contar historias o de ser visualmente atractivo, sino de ayudar a la gente a ver diferentes perspectivas”.

De la moda aprendió el poder del detalle. De la actuación, la empatía que requiere habitar otras vidas. De la producción, la capacidad de cuidar la integridad de lo que cuenta. Tres etapas, una misma brújula: encontrar historias que importen y contarlas con honestidad.

Emma Suki no busca convertirse en un nombre más en la lista de talentos emergentes: busca dejar una marca. Su mirada —limpia, directa, pero con fondo— recuerda que la belleza no está solo en cómo se ve algo, sino en lo que logra en los demás. Y mientras más voces femeninas se sienten a decidir qué historias verán la luz, más completo será el reflejo del mundo.

Porque, como dice ella, “el cambio ya empezó”, y aunque aún falte camino, su paso firme —de la pasarela al set, del personaje a la historia— demuestra que las mujeres no solo están frente a la cámara, sino que están reescribiendo el guión de sus futuras motivaciones.