
“La moda está en la esencia del ser humano”, así lo ha afirmado Brunello Cucinelli convencido de que nuestro primer reflejo en el espejo cada mañana dice más de nosotros de lo que imaginamos.
Para el diseñador italiano, la vestimenta no es solo una elección estética, sino la base de nuestras relaciones y una expresión de identidad. La firma encarna la esencia del lujo discreto que ha marcado el ritmo de la industria con una estética depurada, colores neutros y minimalista, sin logotipos, que se traduce en diseños atemporales, lejos de la ostentación y mucho más cercana a la comodidad.
El también llamado lujo silencioso prevalece en la escena de la moda, al mismo tiempo que resurge el estilo clásico. Casas históricas como Brunello Cucinelli, Ralph Lauren, Hermès y Chanel acentúan este carácter apegado a sus principios a través de una visión evolucionada de lo que significa la tradición, el saber hacer, y la relevancia de las experiencias que surgen de la colaboración con talentos de diversas disciplinas artísticas y el performance que aporta la tecnología.
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En paralelo, el mercado de reventa crece aceleradamente, validando que el lujo también puede ser circular. Las casas de moda, conscientes de este fenómeno, incursionan en plataformas propias para la compra y venta de piezas de segunda mano. Además de vigorizar sus programas de mantenimiento y restauración.
Ilustración: Raymundo Ríos / Animación: Iván Hernández
Cabe mencionar que la generación Silver guía a sus herederos durante las primeras compras significativas. Si bien la industria de la moda ha dado prioridad históricamente a los compradores más jóvenes, la participación de clientes mayores de 50 años está creciendo como proporción de la población general y del gasto en moda.
Este año, las firmas se beneficiarán de cortejar a los baby boomers. Así lo refiere el estudio anual de McKinsey: El estado de la moda 2025.
Una investigación de Bain & Company reveló que, el segmento formado por personas nacidas entre 1946 y 1964, actualmente representa el 40% del gasto global en artículos de lujo. Se distingue por ser sofisticado, con un conocimiento enciclopédico de las casas patrimoniales y un especial gusto por las experiencias físicas de compra.
Por otra parte, la agencia de marketing francesa Aprèsdemain estima que, para 2030, la generación Z participará con el 30% de las ventas de lujo. Hoy este público, inclinado al ecommerce y que ha hecho de la moda de segunda mano su estandarte de estilo, se siente atraído por las propuestas de diseñadores que han llevado la personalización al extremo, dando paso a una tendencia ecléctica, diversa en tonalidades y siluetas denominada Zeitgeits. Ésta exalta la singularidad y autoexpresión en su forma más osada.
En este contexto de búsqueda de autenticidad y conexión emocional, el perfume ha cobrado un nuevo protagonismo. Así como la generación Z abraza la moda como una forma de autoexpresión radical, las fragancias se posicionan como extensiones sensoriales del estilo personal, reforzando el vínculo histórico entre la moda y la perfumería y consolidando ambas como vehículos de identidad, memoria y bienestar.
El vínculo entre la perfumería y la moda ha trascendido los siglos. Grandes casas de diseño han ampliado su oferta para incluir fragancias como parte de su identidad de marca.
La pérdida temporal del sentido del olfato durante la pandemia llevó a muchas personas a reconocer el valor de las fragancias en su vida cotidiana. Más allá de un simple sentido, el olfato se reveló como un puente hacia el disfrute de los pequeños placeres. Esta toma de conciencia vinculó la capacidad de percibir aromas con la salud y la alegría de vivir.
La nueva apreciación de los aromas se reflejó en un incremento de las compras de perfumes y productos afines, y en una tendencia con proyección a largo plazo.
La consultora EMR ACLAIGHT Enterprise estima que el mercado de fragancias crecerá a una tasa anual del 5.5% entre 2025 y 2034, alcanzando un valor superior a 78 mil millones de dólares al final de ese periodo.
La búsqueda de experiencias sensoriales ha cobrado un significado más humano y solidario en un mundo que está aprendiendo a valorar lo esencial.
Las marcas icónicas como Chanel, Dior y Tom Ford mantienen su liderazgo, pero casas de perfumes de nicho, como Le Labo y Byredo, ganan terreno con propuestas personalizadas y ediciones limitadas.
La industria desarrolla envases recargables y ha comenzado a explorar alternativas que garanticen procesos más responsables desde el punto de vista social y medioambiental.
Los avances en biotecnología y el desarrollo de fragancias sintéticas ofrecen opciones viables que buscan reducir la dependencia de recursos naturales finitos. La transparencia es ineludible.
La moda y la perfumería tienen la oportunidad de demostrar que el lujo pueden convivir con la ética y la sostenibilidad. Y los consumidores, ejercer su poder de elección.
En ello radica un valor intangible: la tranquilidad de saber que cada adquisición responde a un propósito consciente.
Elegir con conciencia es el nuevo lujo: saber qué hay detrás de un perfume o una prenda ética es honrar la belleza que transforma y eleva, desde su origen hasta su impacto.