
Durante el siglo XIX, Café Royal fue un punto de encuentro para intelectuales y diletantes: Oscar Wilde lo frecuentaba con devoción, al grado de convertirlo en su escenario social predilecto. De él se conserva una línea que hoy funciona casi como brújula narrativa: “I have the simplest tastes. I am always satisfied with the best”. Esa frase, atribuida al escritor, sirve como lectura transversal del hotel actual.
En ese diálogo entre épocas se despliega Café Royal Grill. Ahí ha comenzado a escribirse un nuevo capítulo gastronómico del recinto donde Wilde conversaba y celebraba. La opulencia es interpretada con una sobriedad luminosa: cortes británicos ejecutados con precisión, detalles excepcionales de servicio y un menú que privilegia el producto local.
Tras años en que su fama quedó asociada sobre todo al té de la tarde, el restaurante ha regenerado su vocación original: servicio de almuerzo y cena, en un ambiente festivo con música en vivo y fiel a la estética de sus años dorados, pero actualizado bajo códigos de lujo contemporáneo.
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Al frente está el chef Kevin Gratton, figura clave de la alta cocina londinense con paso por Scott’s y Le Caprice. Su propuesta no gira en torno al espectáculo técnico sino a la procedencia: productos trabajados con indiscutible respeto a la estacionalidad, pescados y carnes a la parrilla —un guiño directo al alma original de la brasserie— y recetas clásicas actualizadas desde la simplicidad elegante.
Entre los platos insignia destacan el steak tartare, la bisque de langosta aromatizada con brandy de sidra y chantilly de cebollino, y la especialidad de la casa: el pastel de pollo y tocino Café Royal, servido con salsade trufa negra y un sedoso puré de patatas.
El ambiente rinde homenaje a los grandes capítulos del hotel, cuyos orígenes se remontan a 1865, cuando el empresario francés Daniel Nicols y su esposa, Célestine, llegaron a Inglaterra con poco más que determinación y una visión que, con el tiempo, transformaría la vida social londinense y daría pie a una leyenda. La carta de vinos merece mención aparte. Su bodega —fundada por el propio Nicols y, en su momento, considerada la mejor del mundo— ha sido recuperada con el mismo rigor curatorial que el menú.

Reúne etiquetas excepcionales, entre ellas Pétrus 1982 o Krug Clos du Mesnil 2008, junto con hallazgos de pequeñas casas europeas. Este renovado espíritu forma parte de la conmemoración por los 160 años del Hotel Café Royal, propiedad de The Set Collection, grupo que también gestiona Conservatorium (Ámsterdam) y Lutetia (París).
Alma festiva
En ese contexto, el hotel renueva su lazo con la vida cultural de la capital: un edificio histórico que asimila nuevos códigos sin desligarse de su herencia. Mientras las suites preservan una atmósfera íntima necesaria para el descanso —del mismo modo que el spa Akasha acompaña la renovación corporal y espiritual—, sus restaurantes y espacios públicos adquieren el carácter de un escenario donde estética, tradición y temporada dialogan. La estancia, entonces, se vuelve extensión de la ciudad: no solo por su ubicación estratégica, sino por su capacidad de integrarse al pulso creativo y festivo que define a Londres.