
Parece que las joyas de Napoleón vuelven a ser noticia, pero esta vez no por un robo de película en París, sino por una subasta de las que solo Sotheby’s puede orquestar, en Ginebra.
En la cita anual de Joyas Reales y Nobles, que se celebra el 12 de noviembre, dos piezas napoleónicas de la legendaria Casa de Hohenzollern saldrán al mejor postor: un broche de diamantes de 13 quilates que alguna vez perteneció a Napoleón I y un berilo verde de 132 quilates que, según la tradición, el emperador lució en su coronación.
Las joyas de Napoleón
El broche, una joya circular creada en París hacia 1810, brilla con un diamante central de 13.04 quilates rodeado por un centenar de piedras antiguas talladas en mina.
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Más que un accesorio, es un testigo directo de la historia: fue una de las pertenencias personales que el emperador dejó atrás en la batalla de Waterloo, cuando huyó apresuradamente tras su derrota ante los ejércitos británico y prusiano.

Tres días después, la joya fue entregada al rey Federico Guillermo III de Prusia, quien la conservó como un trofeo imperial. Desde entonces, permaneció en manos de la dinastía Hohenzollern durante más de dos siglos, hasta hoy.
El segundo tesoro, el berilo verde napoleónico, guarda una historia igual de fascinante. La tradición familiar asegura que Napoleón lo llevó el día de su coronación en 1804.
Décadas más tarde, pasó a formar parte del tesoro prusiano a través de la reina Isabel Ludovika de Baviera, quien lo legó a su descendencia junto con una colección de gemas imperiales. Remodelado en los años cincuenta como centro de una tiara, el berilo ha conservado intacto su aura de poder y realeza.
En un año marcado por el robo de varias joyas imperiales del Museo del Louvre, estas piezas parecen llegar al mercado en el momento justo.

“El reciente robo ha reavivado la fascinación por las joyas napoleónicas”, explica Tobias Kormind, director de 77 Diamonds. Y razón no le falta: si los ladrones huyeron dejando atrás coronas frente al museo, Sotheby’s ofrece la posibilidad de llevarse el botín más legítimo y documentado de la historia.
Con estimaciones que van de los 120,000 a los 200,000 francos suizos (aunque algunos expertos auguran cifras que podrían superar los 600,000 dólares), el broche de Napoleón encabeza una venta que combina arte, política y poder en su forma más tangible: una joya capaz de contar dos siglos de historia europea en un solo destello.